sábado, 25 de abril de 2009

UNA NOCHE DE AMOR




Entramos a la antigua casa de campo donde nos alojamos, ahí hay un gran salón con chimenea, una vieja y sólida mesa de madera con algunas sillas.
Pasamos al dormitorio donde aprieto tu cuerpo al mio con firmesa pero sin brusquedad, tu barbilla en mi hombro, mi nariz entre mi pelo, cierras tus tristes ojos cuando mis manos roderon tu cintura.
Después te digo bésame...¡No, mejor no lo hagas! Porque en el momento en que tus labios rocen los míos ya no voy a poder frenar el deseo. Demasiado tarde, ya lo has hecho, a partir de ahora es mi cuerpo quien manda y quien dirije todos mis movimientos. Mi cabeza deja de funcionar.
Comienzo a notar que uno de mis muslos esta rozado por las yemas de tus dedos. Pero tú también estás respondiendo a mis caricias porque me aprisionas entre tus brazos y aprietas tu cintura contra la mía, que se descontrola.
Me vuelves a mirar, me miras mientras tus manos desabrochan el ziper de mi pantalón, sin prisa, yo no la tengo, disfruta este momento, quiero que lo hagas, que lo hagamos. Y quiero que me sigas mirando como lo estás haciendo ahora, mientras tu blusa y tu sostén se dejan deslizar sobre tu piel hasta caer sobre la cama.
Tus ojos se van de los míos para ver lo que en este momento me acaricias. Estás rozando toda mi piel, que se eriza al paso de tus dedos y es ahí cuando también decides quitar todo aquello que te impida seguir reconociéndome.
Lo ves en mis ojos, sabes que lo estás haciendo bien y por eso no te detienes. Déjame sentirte, deja que pase mis manos por tus brazos, por tu espalda, déjame sentir tu pecho. Ahí está tu pecho en mi espalda y tus manos paseando por mi vientre, y tus dedos hundidos entre lo oscuro de mi entrepierna. Notas como me voy endureciendo ante tu presencia ¿lo notas? Mi sexo Está duro y erguido, lo estás tratando con delicadeza, pero noto como va aumentando tu ritmo y cada vez los agarras más y más fuerte.
Mi respiración empieza a dejarse notar, y no es para menos, estás dejando salir una serie de gemidos que me indican el momento en el que no voy a poder frenarme. Y lo consigues, siempre lo haces, y cuando llego a ese punto en el que ya no puedo más, tus ojos me ven disfrutar, se que te gusta verme hacerlo.
Permíteme incorporar y ponerme de pie porque ahora te toca a ti sentir lo que me has dado. Siente mis labios ¿los notas? Están bajando suavemente, recorriendo tu cuerpo, ya sabes hacia donde me dirijo, y donde tú quieres que vayan. Ponte cómoda, es tu momento. Te acaricio y de repente, notas la humedad de mi lengua en tu vagina que cada vez está más húmeda y expectante. Recorro con mi lengua su pequeños labios y comienzo a besar la puntita de tu clítoris que se endurece ante mi contacto. Notas como penetra en mi boca, despacio, seguimos sin prisa. Pero mi ritmo aumenta, ahora soy yo el que te conduce.
No te estoy mirando, pero sé que tus ojos están viéndome. Se cierran, y lo hacen porque te estás dejando embriagar por la excitación ¿lo notas ahora? ¿Me notas ahora? Cada vez es más profundo, y más rápido, y más profundo. Siente como mi lengua te recorre, nota mis manos acariciar tus nalgas, quiero que aprecies como las presiono, un poco más fuerte, y un poco más rápido y... Ya noto tu sabor, estoy sintiendo como mi boca se inunda de ti, sabes que lo deseo, no te avergueces, puedes estar tranquila.
¿Quieres ponerte encima? Sí, déjame sentir el peso de tu cuerpo. Mira como te penetro, muy despacio, suavemente, y despés te jalo hacia a mi para poder adentrarme hasta lo más profundo de tu ser. Entonces empiezas a bailar. Tu movimiento se va compenetrando con el mío y bailamos sin parar muchas melodías, hasta que la luz de la luna se funde como nosotros lo hacemos, estallando con el rayito de sol que nos anuncia que ha llegado la mañana.
Después de un rato, te acuestas a mi lado, abres las piernas y vuelves a llamarme. Sabes que no puedo controlarme, y te empiezo a cablagar hasta que tu alma me grita que ya no me detenga. Entonces desfallezco y me acomodo junto a ti, abrimos los ojos hasta que nuestra mirada se pierde en la penumbra del amanecer, mientras apoyas tu cabeza entre mi pecho y al unir nuestros labios nos quedamos juntitos profundamente dormidos entre el azul perdido de la vieja casona.