jueves, 24 de marzo de 2011




Flechas clavadas en tu corazón¿Quién ha disparado?¿De donde han salido?¿Quién te ha atravesado el corazón?
Sin duda la culpa fue de cupido



En nuestra cultura occidental ha prevalecido una concepción irracional sobre el amor. Curiosamente éste fue uno de los aportes más significativos de los antiguos griegos. A diferencia de los hindúes, de los chinos o de los japoneses, los griegos no entendieron al amor como una virtud a ser cultivada sino como una enfermedad, como una forma de locura que, aunque muy dulce, puede destruir todo lo que una comunidad e incluso el mismo amante, valoran.
Entender el amor como un sentimiento espontáneo y repentino (tal es la concepción del flechazo), y no como una relación que se construye a lo largo del tiempo, supone el desarrollo de altas dosis de idealización.
Cuando se ingresa al amor por la puerta del flechazo y del enamoramiento, las expectativas suelen ser altísimas: el otro no es quien es, sino quien deseamos que sea, y con frecuencia se incurre en una falacia indebida al considerar que en unos pocos encuentros resulta evidente que los amantes están “hechos el uno para el otro”. Se espera que la pasión se afiance en la pareja, pero cuando el hechizo se ha roto —y la pasión es finita por definición—, sólo resta el desengaño, la desilusión o el omnipotente deseo femenino de cambiar al otro.
La falsa analogía de las almas que vagan en busca de su mitad perdida también dio lugar a la falacia de la falsa dicotomía que plantea mediante juegos de oposiciones dos alternativas, sin considerar que en realidad existen muchas más. Los crímenes y los suicidios pasionales, un tópico de referencia obligada desde la mitología griega hasta el presente, con frecuencia presuponen esta concepción según la cual sólo una persona está “destinada” a amarnos. Pero la verdad es que no somos naranjas rebanadas ni erramos en busca de nuestra mitad perdida. A lo sumo encontraremos personas afines pero distintas de nosotros a las que podremos amar más allá del periodo de encantamiento primero, de acuerdo con nuestra disposición para conciliar las diferencias y los problemas que sobrevienen a toda relación humana que se prolonga en el tiempo.
A diferencia de India y China, donde se pensó que la iluminación espiritual está asociada con el sexo y es una forma de trascender la mortalidad. La cultura occidental pareció menos interesada en focalizar su atención en un arte de amar que en inscribir el discurso amoroso en el registro de lo prohibido y de lo permitido, en el de las “normas” y en el de sus supuestos “desvíos”. De ahí la fascinación por los “amores prohibidos” y la identificación del “triángulo amoroso” con el argumento de las historias de amor.Siempre que se ama existe la posibilidad de sufrir. Parte de la cuota necesaria de sufrimiento que implica el amor se vincula con el hecho de que, como individuos modernos y occidentales, debemos elegir por nuestra cuenta a la pareja con la que compartiremos gran cantidad de momentos de nuestra vida. Como sujetos modernos, estamos librados a nuestras propias fuerzas; también somos compelidos a pensar que el cambio siempre es bueno para nuestras vidas. La publicidad y las representaciones culturales no parecen decirnos otra cosa. Asimismo, vivimos una época en la que el lazo social tiende a quebrarse. Los más afortunados encuentran en la familia, en los amigos o en la pareja un amparo que los preserva de las inclemencias de un individualismo feroz.
Reflexionar sobre el amor constituye un verdadero desafío en momentos en que los cambios científicos se tornan vertiginosos, cuando es posible escindir por completo la sexualidad de la reproducción, cuando los métodos de fertilización asistida plantean cambios que apenas alcanzamos a vislumbrar, cuando asistimos a cambios sustanciales como la disolución de un modelo de familia centrado en la crianza de los hijos.El amor puede exceder en mucho el periodo del enamoramiento o del amor-pasión. El amor-acción o amor-compañero es un amor de más largo alcance que implica querer al otro porque se lo conoce y se goza de su presencia y no de su ausencia, una relación en la que el paso del tiempo puede estrechar el vínculo y convertirse en un dato a favor y no en contra, y en la que es posible sobrellevar los problemas que necesariamente alcanzan a toda relación humana duradera.
Finalmente, creo que un desafío importante para el individuo contemporáneo es aceptar el carácter problemático del amor frente a las imágenes idealizadas de gran cantidad de representaciones culturales. La pareja sigue siendo el ámbito donde es posible aunar una ética de la ternura con el sexo, cultivando el amor como un arte, es decir, aprendiendo del error para barajar nuevamente las cartas de uno de los juegos más bellos y antiguos del mundo

JUGAMOS???



Jugar?.. ..¿has dicho jugar? … ¿aquí? ¿Conmigo?
¿Los dos? ¿tú y yo? ¿sin ropa?
¿Las luces prendidas o apagadas?
¿Prendemos las velas?
¿Con música, sí? ¿Luego vamos al agua?
¿Y en el sillón? ¿Chocolate en mí boca?
¿Mermelada en tus pechos?
Mm…. ¡¡¡Qué rico este juego!!!
Juguemos… me olvido del resto mientras jugamos…
somos nuestras almas y nuestros cuerpos…
nuestras risas y nuestras lágrimas…
la emoción me desborda …
me atraviesa el placer y no soy yo…
eres "mí amor”… y yo… tú "Paco”…
Únicos aquí adentro… los únicos para cada uno…
no hay otros… no hay dóndes…
no hay cuántos … ni cuándos …
Este momento de lujuria…
sólo nos permite contar con la ternura
y la excitación del otro …
no hay más que eso … y eso me conmueve…
Tus gemidos me indicarán
cuán adentro de tú alma ha llegado mí cuerpo…
y tu alma … sabrá de mí …
cuando yo escuche tus sonidos…
Adentro de ti… en este cuarto… tuyo y mío ahora…
¿Ahora? … Saboreas el chocolate ahora… dentro de tú boca…
Pinto tus pechos y tu cara con mis jugos y el chocolate…
y sonríes … jugamos … contigo y conmigo …
con lo nuestro en este cuarto…
Luego yo ¿Con la mermelada? …
Rodeando tus pechos…
Ja te da cosquillas… te estremezco…
¿Mordisquitos?… Está rica
Te excito… mi lengua juega en tus pechos…
No puedes evitar el movimiento involuntario de tu pelvis…
¿Cuándo llegarás?
Estoy dentro de ti… tal como lo deseabas…
bien profundo…moviéndome…
Vibras como el cielo… y nos vamos…
Contigo… y conmigo…y jugamos… ambos… ¡Sí!
¿Jugamos?



El amor existe, no sabemos cuanto dura. Se pudo haber amado muchas veces, y la última parecer la única. Pero en realidad se ama una sola vez... una vez todas las veces. Esa vez para algunos elegidos es la primera y la única. Esa vez para otros desheredados, nunca llega en la vida. Se conforman con la mediocridad de la costumbre de creer que se ama, o de amar a medias. Tampoco falta quien ama detrás de las puertas ajenas, porque tiene vergüenza de amar a la luz. Eso no eso amor. Se ama de cara al sol, con valentía, sin prejuicios sociales ni vanos juramentos. Se ama con el alma abierta ante todos y luchando contra todos si es preciso, o no se ama. Amar es compartir la vida sin calcular nada, o no se ama. Amar es una entrega permanente. Amar es un privilegio de Dios. Hay quienes tuvieron las estrellas del amor entre las manos y las hicieron pedazos. Perdieron la oportunidad de ser felices. Después amaron a oscuras. Cuando el hombre encuentra el amor, no tiene pasado: todas las mujeres de su vida, nunca existieron... Como en la magia de un sueño sublime, se purifica en las llamas sagradas. Se ama una sola vez... Una vez, nada más, sobre todas las veces.

TE AMO




TE AMO
Abro los ojos, la luz es todavía muy tenue; tú yaces sobre el lecho con la cara apoyada sobre la almohada, mientras que tu pelo cae como en una caricia sobre tu cara. La sábana apenas te cubre medio torso, ofreciéndome la visión de tus hombros desnudos y parte de tu espalda. La suavidad de tu piel me llama a acariciarla, besarla; a sentir su tersura como de seda rozar la yema de mis dedos. Tu boca dibuja una débil sonrisa, casi imperceptible. Nunca te lo he dicho, pero es en estos momentos cuando me siento más enamorado de ti. Me incorporo lentamente con temor de perturbar tu sueño. Algunos tímidos rayos de sol se cuelan furtivamente por la orilla de las cortinas para acariciar tu dulce rostro que me atrae con fuerza incontenible. Es un impulso de la naturaleza magnética y electrizante y... ¿Quién soy yo para resistir esa fuerza natural? ¿Qué soy, aparte de un pobre e indefenso ser humano? Yo mismo me respondo y comprendo que soy aquél que hace unos instantes compartía contigo el feliz reposo que ahora disfrutas. Soy quien te acompaña en las noches en las que el cansancio se desvanece, y también el que comparte caricias y besos contigo, como en un encuentro íntimo de dos, donde sólo nuestros cuerpos son los únicos invitados. Me acerco más a ti intentando no despertarte con un brusco movimiento; de cerca la expresión de tu rostro es más y más irresistible. Me acurruco a tu lado pretendiendo tener el peso de una pluma, siendo consciente de lo imposible que es esa transmutación, y maldiciendo en todo momento mi impulsividad, si esta te arrancara el sueño. Intento contener la respiración; el corazón me late de forma atronadora en el pecho pugnando por salírseme del sitio. Extiendo mi mano, y con el dorso de mis dedos, aparto con una caricia el cabello que navega por tu cara, ese rostro que es el espejo de mi felicidad. En ese momento, tu sonrisa crece y la habitación empieza a iluminarse. La expresión de tus labios brilla con luz propia, al instante que un aroma primaveral ataca mi olfato. Cada vez me cuesta más contenerme y, como temiendo que te desvanezcas con mi contacto, me aproximo a ti con lentitud, con la respiración entrecortada a veces, contenida el resto del tiempo. Deposito un beso en tu mejilla, la cual cede bajo la presión de mis labios, recuperando forma natural cuando los separo de ti. Tu cuerpo parece contraerse por un momento, como sacudido por una descarga eléctrica. Tu sonrisa se amplía y en ese momento, giras lentamente el cuerpo a la vez que lo cubres con la sábana. Abres lentamente los ojos, para volverlos a cerrar heridos por la luz de la mañana, cuyo brillo no puede rivalizar con la luminosidad que se desprende de tu mirada. Muy despacio me miras desafiante, como si no te importase el hecho de que tus miradas mes deslumbran sin piedad; reprochándome el haberme separado por unos instantes de tu lado. "¡Buenos días!" dices susurrando, y siento cómo tu voz acaricia mis oídos, para después bajarme cálida por la espalda y recorrerme todo el cuerpo. Me impregno de la sensación que deja en mí tu voz, y me dejo inundar por ella. Vuelvo a inclinarme para besarte, con la seguridad que me da el saber que ahora son tus labios los que esperan los míos. Nuestras bocas se aproximan temblorosas a recibir el primer contacto del día, con la misma caricia con la que nos despedimos antes de quedarnos dormidos. Al tiempo que el beso tiene lugar, una pequeña chispa prende en mi interior; luz que encuentra combustible en mi corazón, para de inmediato, convertirse en una llama avivada y alimentada por mi amor. Tiemblo por un instante, por que sé que esa flama se convertirá muy pronto en un incendio que arrase, queme y abrace todo nuestro ser, nuestra existencia, retroalimentando a la esencia misma de nuestro amor. Buenos días –te contesto, mientras que nuestros cuerpos se abrazan fuertemente, agradeciendo a la vida el milagro de estar juntos. Te tomó de la mano y nos dirigimos hacia el baño donde tomamos una renovadora ducha. Observo de reojo tu bello cuerpo desnudo, tratando de no incomodarte con mis miradas. Por respuesta me atraes a tu lado y me haces reaccionar al abrir un poco más el agua fría. Reímos los dos y nos cobijamos mutuamente en la estrechez de nuestros brazos.

“No vemos más tarde” –me dices, cuando desapareces por la penumbra de las escaleras. Yo, me quedó solo y me dirijo a la computadora, para tratar de hacerte este escrito donde te diga lo mucho que te amo…