Malena además de ser muy bella e inteligente, era además, la adorada novia de Javier, que entre otras cosas, era mi mejor amigo, algunas veces, me llamaba para que la invitara una copa; entonces, platicábamos un rato y nos olvidábamos de nuestras rutinarias actividades.
Yo no veía en aquello nada anormal, tomando en cuenta que mi amigo Javier, por motivos de su trabajo, viajaba mucho. Por ello, Malena muchas veces se sentía muy sola y tomaba el teléfono para buscar un poco de compañía. Era lógico que siendo yo el mejor amigo de su novio, sintiera la obligación de aceptar.
Regularmente nos encontrábamos en bares y restaurantes del centro de la ciudad, aunque algunas ocasiones asistíamos a unos lugares más lujosos.
Poco a poco me fui dando cuenta que, desgraciadamente, Malena se iba aficionando al alcohol: recuerdo que en los tiempos de estudiante Male, difícilmente se terminaba un vaso de cerveza, pero ahora, era una mujer capaz de vaciar, más de una botella de licor en tan sólo unas cuantas horas. En ese estado y a pesar de que no se caracterizaba por ser una mujer ocurrente a la hora de contar cuentos, siempre recurría al gastado chiste de que una oficinista que no es alcohólica, es prostituta. Personalmente a mi no me
provocaba gracia ya que gran parte de mi círculo de amigas trabajaban en oficinas; es más, la mayor parte de mis relaciones sentimentales se habían trabado con ellas.
Por lo demás, reconocía su esfuerzo por tratar de involucrarse en el difícil acto de hacer reír y terminaba fingiendo que me moría de la risa para no hacerla sentir mal.
Por diversas situaciones dejé de ver a mi amiga durante un año, tiempo en el que obtuvo varios reconocimientos en su trabajo no obstante los crecientes comentarios que aseveraban que las aficiones que Malena había adquirido mientras se alcoholizaba, iban a terminar por hundirla en su trabajo y en sus relaciones personales.
Por motivos de trabajo tuve que irme a vivir a otra ciudad. Ya instalado en Guadalajara, decidí comunicarme con mi amiga para hacerle saber que estaba bien, que no se preocupara por mí y que apenas regresara, yo mismo me encargaría de buscarla para contarle lo que hacía.
Una tarde, al regresar a mi estudio, me encontré una desagradable sorpresa: Malena había ido a visitarme pero estaba muy cambiada. No había perdido aun la belleza que siempre la había caracterizado pero sin duda, su imagen ahora presentaba a una mujer desgastada y acabada por el exceso de alcohol.
Esa noche bebimos hasta perder la conciencia de nuestros actos y al despertarme no recordaba nada, sólo sentía un terrible dolor de cabeza y tenía a Malena a un lado, ambos completamente desnudos.
Tras unos minutos de reflexión, abandoné el lecho decidido a despertarla. Entonces me di cuenta que Male se había aventurado a visitarme segura de que en mi hogar encontraría un lugar en donde quedarse.
Mientras me bañaba, pensé en sugerirle que se instalara en alguno de los hoteles cercanos. Malena despertaba en el momento justo de mi entrada y su primera reacción fue ponerse a llorar mientras me preguntaba si la consideraba una prostituta, conmovido la abracé y dejé que llorara.
-No Male, no lo eres, sólo eres una alcohólica –aclaré. Sólo eso.
Horas más tarde, me confesó que su alcoholismo la había llevado a romper con Javier y que el único verdadero amigo que tenía era yo.
Cuando se hubo serenado, la convencí de que bajáramos a almorzar y tras pensar en lo que se podía hacer para no hacer pesada su estancia en mi casa, ella misma me propuso trabajar conmigo haciendo algunas actividades que complementaran mi labor.
Esa misma tarde Malena sacó una cita para tener una consulta en una clínica especializada en este tipo de enfermedades. Su tratamiento duró varios meses, pero valió la pena, porque en la actualidad está totalmente recuperada.
Se me había olvidado que Malena ya no está de visita. Ahora es mi esposa y su presencia en esta casa se ha hecho tan indispensable que prácticamente es ella quien ha tomado el control del negocio por sus buenas ideas.
Yo sólo me limito a quererla, admirarla, y a reinvertir sus ganancias.
Yo no veía en aquello nada anormal, tomando en cuenta que mi amigo Javier, por motivos de su trabajo, viajaba mucho. Por ello, Malena muchas veces se sentía muy sola y tomaba el teléfono para buscar un poco de compañía. Era lógico que siendo yo el mejor amigo de su novio, sintiera la obligación de aceptar.
Regularmente nos encontrábamos en bares y restaurantes del centro de la ciudad, aunque algunas ocasiones asistíamos a unos lugares más lujosos.
Poco a poco me fui dando cuenta que, desgraciadamente, Malena se iba aficionando al alcohol: recuerdo que en los tiempos de estudiante Male, difícilmente se terminaba un vaso de cerveza, pero ahora, era una mujer capaz de vaciar, más de una botella de licor en tan sólo unas cuantas horas. En ese estado y a pesar de que no se caracterizaba por ser una mujer ocurrente a la hora de contar cuentos, siempre recurría al gastado chiste de que una oficinista que no es alcohólica, es prostituta. Personalmente a mi no me
provocaba gracia ya que gran parte de mi círculo de amigas trabajaban en oficinas; es más, la mayor parte de mis relaciones sentimentales se habían trabado con ellas.
Por lo demás, reconocía su esfuerzo por tratar de involucrarse en el difícil acto de hacer reír y terminaba fingiendo que me moría de la risa para no hacerla sentir mal.
Por diversas situaciones dejé de ver a mi amiga durante un año, tiempo en el que obtuvo varios reconocimientos en su trabajo no obstante los crecientes comentarios que aseveraban que las aficiones que Malena había adquirido mientras se alcoholizaba, iban a terminar por hundirla en su trabajo y en sus relaciones personales.
Por motivos de trabajo tuve que irme a vivir a otra ciudad. Ya instalado en Guadalajara, decidí comunicarme con mi amiga para hacerle saber que estaba bien, que no se preocupara por mí y que apenas regresara, yo mismo me encargaría de buscarla para contarle lo que hacía.
Una tarde, al regresar a mi estudio, me encontré una desagradable sorpresa: Malena había ido a visitarme pero estaba muy cambiada. No había perdido aun la belleza que siempre la había caracterizado pero sin duda, su imagen ahora presentaba a una mujer desgastada y acabada por el exceso de alcohol.
Esa noche bebimos hasta perder la conciencia de nuestros actos y al despertarme no recordaba nada, sólo sentía un terrible dolor de cabeza y tenía a Malena a un lado, ambos completamente desnudos.
Tras unos minutos de reflexión, abandoné el lecho decidido a despertarla. Entonces me di cuenta que Male se había aventurado a visitarme segura de que en mi hogar encontraría un lugar en donde quedarse.
Mientras me bañaba, pensé en sugerirle que se instalara en alguno de los hoteles cercanos. Malena despertaba en el momento justo de mi entrada y su primera reacción fue ponerse a llorar mientras me preguntaba si la consideraba una prostituta, conmovido la abracé y dejé que llorara.
-No Male, no lo eres, sólo eres una alcohólica –aclaré. Sólo eso.
Horas más tarde, me confesó que su alcoholismo la había llevado a romper con Javier y que el único verdadero amigo que tenía era yo.
Cuando se hubo serenado, la convencí de que bajáramos a almorzar y tras pensar en lo que se podía hacer para no hacer pesada su estancia en mi casa, ella misma me propuso trabajar conmigo haciendo algunas actividades que complementaran mi labor.
Esa misma tarde Malena sacó una cita para tener una consulta en una clínica especializada en este tipo de enfermedades. Su tratamiento duró varios meses, pero valió la pena, porque en la actualidad está totalmente recuperada.
Se me había olvidado que Malena ya no está de visita. Ahora es mi esposa y su presencia en esta casa se ha hecho tan indispensable que prácticamente es ella quien ha tomado el control del negocio por sus buenas ideas.
Yo sólo me limito a quererla, admirarla, y a reinvertir sus ganancias.