lunes, 6 de julio de 2009

DESDE ACAPULCO





- ¡Hola!. Seguramente ya no te acuerdas de mí, soy Lucía, acabo de llegar a México a pasar mis vacaciones. Necesito verte con urgencia. Te espero esta noche...

Javier acudió a la cita con expectación y curiosidad. "Después de cinco años en el extranjero, debe de venir muy cambiada, más mujer, más preparada y, con seguridad, viene dispuesta a correr una aventura conmigo" -pensó Javier, quien apenas reconoció el color verde de los ojos de la muchacha, que se perdían entre su rostro blanquísimo. Luego recorrió con la vista sus caderas y piernas redondas y se detuvo a observar su bien desarrollado busto.

Lucía subió al coche y sin decir palabra le echó las manos al cuello y lo comenzó a besar. Javier, sorprendido, se dejaba querer. Al poco rato respondió a sus besos, mientras sus manos se deslizaban curiosas por debajo de la blusa. Parecía como si sus dedos tuvieran ojos -como ella le dijo.

Con la respiración agitada, la mujer le murmuró al oído:

- He regresado con el único objeto de estar contigo, quiero que me lleves a Acapulco....

Después de registrarse en uno de los hoteles del puerto, se dirigieron al anochecer, hacia la pequeña y solitaria playa que estaba junto al hotel. Extasiados por el bello atardecer y la calidez de las aguas, se desnudaron completamente y se tendieron en la arena.

Luego y tras un frenético ataque, Javier trató de penetrarla. Ella dejó escapar un leve quejido mientras sus ojos trataban de contener el llanto.

- ¿Qué te sucede? -preguntó Javier, ¿no estás agusto conmigo?

Ella le contestó fingiendo una sonrisa.

- ¿No te has dado cuenta que tú eres el primer hombre en mi vida? Tomé la decisión de entregarme a ti, después de haber sido acosada allá en el Canadá por muchos hombres, pero no sabes cuanto extrañaba tus caricias y tus besos. Sabía que de no hacerlo contigo, no lo podría hacer con nadie.

Javier la miró atónito, cambió de actitud y con toda delicadeza comenzó a entreabrir esa flor que con tanta ternura se le entregaba.

Ella, confusa y sin fuerzas dejo de resistirse. Notaba cómo una ola se retiraba y veía que otra rodeaba sus espaldas acariciando sus cabellos mientras salpicaba y refrescaba sus endurecidos pezones. El agua fresca hacia milagrosamente natural aquel maravilloso acto de amor, enmedio de la arrogante y perfumada naturaleza, que le daba los medios para cruzar la temida frontera y ella la cruzó.

Lo que antes era doloroso se hizo placentero y envió un gozo poderoso y voluptuoso hacia las venas de su corazón y las de más abajo.

Así, sobre la arena dura y húmeda, aplaudida por las olas, ella sucumbió a una cópula hasta entonces inimaginada. Todo su cuerpo se animó con el milagro de ver perdida su virginidad; miró nebulosamente a su hombre, como si alzara la vista hacia una criatura celestial. Sin querer, compadeció de pronto a todas las mujeres que nunca habían rebasado aquella dimensión de pura dicha, aquellas pobres hembras que vivirían o morirían si haber conocido lo que ella ya conocía y la apenó no poder hacerlas participes del goce supremo que la embargaba...

De pronto, dejó de importarle todo cuanto sucediese en la tierra, salvo ella y aquel hombre. Lo abrazó, lo poseyó con locura, y por el último gemido que escapaba por su garganta, estuvo segura de que ella también había escapado hacia la libertad plena de su mente, de su cuerpo y de su sexo.


SALUDOS

FRANCISCO PARDAVE