El sostén tirado sobre el piso; sus minúsculos y oscuros pezones hacen resaltar la blancura de esos mejestuosos pechos que apuntan hacia mí. Su érotica mirada penetra mi mente y me conecta con el lado más oscuro de mis deseos.
Esta noche ella ha iniciado el rito y yo soy la presa... ella me acosa y su lasciva mirada me sonroja, porque mis partes sexuales empiezan a erguise sin recato ante la sonrisa trinfadora de su boca; ella no disimula su gusto, se ha convertido en un enorme felino en celo, quizás una leona o una tigresa, ya me estoy sintiendo minúsculo ante su cuerpo que se ha transformado ante mis ojos en un voluptuoso y apetecible manjar.
Su transpiración, su pasión al besarme está robándome la posibilidad de negarme o de sólo tratar de mantener el control, mi eterno acompañante ha caído ya en sus garras y se ha entregado por completo al gozo, recuperando el tamaño que durante tanto tiempo lo había abandonado.
Esta rubia está disfrutando de mí, no me habla, solo goza, ella esta concentrada en disfrutar, me estoy sintiendo usado. Pero que sensación más exquisita, me dejo llevar y ella me hace sentir, gozar y en momentos ya casi no puedo aguantar.
Cuantas veces ha repetido el juego de apresurarse y súbitamente detenerse, no lo sé, ya perdí la cuenta. Ella goza al verme sin voluntad, no fueron necesarias amarras ni ataduras, solo la intención de ella de devorarme.
Ya no recuerdo a nadie más. Esta rubia se ha apoderado de mi ser... tal vez tan sólo por un rato. Ahora sé que yo también soy un felino al que le ha llegado su turno, entonces la aferró entre mis brazos y no la dejo escapar. Ella al sentirse apresada acelera el ritmo, hasta que ninguno de los dos podemos contenernos y explotamos ante la mirada asombrada de la luna que se asoma cautelosa por un huequito de la ventana.