jueves, 27 de noviembre de 2008

EL AQUELARRE

La noche es como el diablo:
Goza al hacer sufrir a los que más le temen

LA DENTELLADA

Después de algunos meses, un día sospeché que algo me iba a pasar; fue sobre todo el encuentro con esos extraños restos de huesos de pequeños animales los que me pusieron en alerta y me hicieron suspender mis largas caminatas por el bosque al filo del atardecer.
Se bien que no podía prescindir de la plaza como maestro rural sin crear sospechas, ni tampoco podía regresar a la ciudad con las manos vacías; por eso me decidí a esperar, sospechando de cada uno de mis alumnos y a desconfiar de aquellas ancianas que paseaban por las calles, siempre enlutadas y una expresión de un profundo dolor, que se reflejaba en sus rostros.
Me decidí a esperar, velando cada noche, encerrado en la vieja casona, para ver si conseguía distinguir una luz en el bosque, las huellas de alguna hoguera o algo que me sacara por fin de mis dudas.
Por eso, cuando vi aquellos signos en la pared, supe que estaban preparando mi muerte; era sin embargo, una revelación que me liberaba de la angustia anterior, pero que me dejaba aún más confuso y asustado. Estaba claro, aquellas señales circulares en una esquina lateral de la casona marcaban un punto para que las gentes de la aldea cumplieran uno de los ritos más macabros con mi sangre.
Sabía que desde antes estaban preparándome para aquella fecha; que ese holocausto estaba previsto desde mi llegada y que mis sospechas y mi miedo eran conocidos por todos y que estaban esperando una señal, una fecha concreta para venir en mi busca.
Me levanto despacio y apoyo los pies descalzos en el suelo y con la certeza de que todo está ya preparado vuelvo a oler el vaso que se encuentra a mi izquierda en la mesilla... una droga, sin duda. Contengo mi sed y logro convencerme de que es mejor seguir aquí en pie, de que si me bebo otro vaso de vino podré acabar con todo de una vez y liberarme así de este terror a lo desconocido, de este temblor terrestre provocado sin duda por esta intoxicación que me embriaga.
Guiado por una extraña fuerza interior avanzo por la habitación, tambaleándome como un enfermo recién levantado y consigo salir a la fría noche que me hace sentir la fatalidad de mi destino, pero me hace a la vez comprender que no vendrán por mí hasta que acabe la fiesta nocturna y comience el aquelarre como un rito de carne y sangre, de purificación y pecado. Me tambaleo por las callejas de la aldea y busco una salida hacia el bosque que no me conduzca a las hogueras encendidas que resplandecen en la oscuridad. Entre tropiezos, con vómitos y una terrible sed logro contener mi miedo y avanzo, me caigo, me incorporo y sigo el oscuro sedero que me marcan la noche y el azar. Camino con la desesperación del moribundo y con la certeza del condenado, mientras un color rojizo se va apoderando del cielo y noto como el suelo tiembla cada vez más cercano bajo mis pies descalzos, ya sangrantes por las piedras y las ramas.
Todo me da vueltas y sin saber como, me siento arrastrado hacia un baile horrendo que presiento me llevará hacia la destrucción. Trato de escabullirme tras unos matorrales, me arrastro en el barro y me acerco a un claro del bosque. De pronto mi sangre se detiene al contemplar la visión que muestran mis fatigados ojos entre las hogueras y el humo de olores amargos y sugerentes. Veo cabriolas en el aire, bocas deformadas en escalofriantes gritos de gozo y dolor, cuerpos retorcidos que se revuelven y se juntan, se separan, se vuelven a unir en una desesperada y agonizante orgía carnal, labios que muerden e incitan al sexo y a la más cruel violencia, pechos de hombres y mujeres descubiertos, saltos entre las hogueras, ojos desorbitados, alaridos infernales de pavor y de orgasmo, olor a carne podrida y sudor, largos cabellos azotados por el viento, sabor amargo de fluidos corporales, luz ambarina, roja, negra, luz titilante de hogueras, cuerpos vivos y muertos que caen y se levantan, que se yerguen y sucumben entre golpes, azotes y mordiscos, besos y caricias, y una confusión caótica de belleza y pasión, griterío incontenible en torno a la figura extática y sublime que se yergue entre todas, rodeada de un fulgor radiante que hace destacar su imponente cuerpo de diosa entre las deformes presencias a su alrededor, figura que se eleva sobre el suelo y flota dentro de un círculo abrasador trazado en el suelo, que mira y no ve, que se superpone y rige todo, que provoca y excita, que pronuncia oscuras palabras en una voz susurrante y lejana que apenas se logra distinguir entre los alaridos y el tremendo sonido del suelo que acompaña esta danza macabra y rodea en vibraciones a la esbelta figura central de esta danza. De pronto un silencio en torno a mi que se interrumpe por las sugerentes palabras ordenándome avanzar en cortos pasos entre las figuras que se retuercen, sobre las hogueras y las brasas, fijos los ojos en el cuerpo desnudo que flota dentro del círculo y ahora me tiende los brazos.
Me aproximo a ese cuerpo sudoroso que me llama entre susurros, y me incita a tocar sus redondas caderas y sus pechos duros y esbeltos. El temblor de la tierra me acompaña mientras la poseo. Noto como se retuerce debajo de mí con los ojos cerrados, como gime de placer bajo mi cuerpo. Me clava sus largas uñas en la espalda y el dolor es grato. Se acerca a mí y me muerde el hombro y mientras mana la sangre siento un placer doloroso y exquisito. Miro nuestras entrepiernas unidas que se mueven al compás del latido del mundo, observo la sangre en su pubis de la virginidad perdida y estallo en un gemido de dolor. Me aparto de su cuerpo y descubro que las manchas de sangre que provienen de su vagina son mías. Descubro en su vulva, unos agudos colmillos tan amenazantes como su mirada, unos dientes que ya han logrado su objetivo; y pierdo el conocimiento mientras contemplo aterrado, mientras me desangro, su cuerpo perfecto y su estremecedora mirada que me busca e indaga entre mis sufrimientos.
Despierto con una delirante sensación de angustia y una dolorosa impresión de haber sido masacrado. Durante más de dos semanas no pude caminar y las cicatrices producidas en aquella noche me duraron varios meses. A partir de ese momento me dejé llevar sin responder a ningún otro estímulo externo. No me extrañó levantarme de la cama y que me atendiesen casi todas las ancianas de la aldea con un cariño antes desconocido, tampoco me sorprendió demasiado seguir vagando por el bosque sin que nadie me importunara.
El porqué sigo con vida y respiro cada mañana la brisa que viene desde el monte hasta mi habitación no podré saberlo nunca, pero cuando contemplo las pequeñas cicatrices que rodean mi pene me siento vivo y presiento que jamás podré ser tan feliz como lo fui aquella noche que guardo entre mis mas horrendas pesadillas. Ahora sólo espero volver a vivir el aquelarre con aquel demonio-hembra de piel suave y morena, ojos indescriptibles y entrañas húmedas y expectantes; aunque esta vez su vaginal mordisco me vacíe por completo y me absorba con ella hasta lo más profundo de su satánica presencia.
SALUDOS
FRANCISCO PARDAVE

DEJAME EN PAZ

Después de un espantoso matrimonio y de un salvador divorcio, apenas me quedaban ganas de buscar mujeres.
¡Cómo me hubiera gustado olvidar mí memorable noche de bodas! Fue tan romántica que, estando yo arriba, intentando dar todo lo que tenía, observé que mi mujer contaba con los dedos durante todo el acto. Una vez que acabé le pregunté:
-¿Has disfrutado, cariño?
Y ella me contestó:
-¿Cuánto has juntado en el banco para cuando regresemos de vacaciones?
Sin embargo, en esa época yo estaba dispuesto a vivir con ella y a serle fiel hasta el final de nuestros días. Tanto que no volví a ver a ninguna de mis amigas y si alguna mujer se me insinuaba yo le respondía: “es mejor que te vayas pues estoy felizmente casado”. ¡Tonto de mí!, luego comprendí que a mi mujer no le hubiera importado.
Después de mi divorcio conocí a otra chica... Lo que más me gustó de ella es que no se parecía a mi ex mujer. No era mala, ni avariciosa, ni dominante; y otra cosa que me agradó es que en el momento en que nos conocimos sólo estaba cubierta por un diminuto bikini que resaltaba la belleza de su cuerpo. Y aunque no podría decir que fue en flechazo, la verdad es que ella me encantó; me refiero a que nos conocimos de casualidad, y todo surgió de manera espontánea. Creo que ella se quedó prendada de mi personalidad y no de mi billetera, así que nos dedicamos a disfrutar de ese maravilloso sol que nos cubría.
- ¿A qué te dedicas? - me preguntó.
- Trabajo por mi cuenta (no le dije que era gerente de un banco).
- ¡Te la has de pasar muy bien! Yo en cambio trabo todo el día y apenas tengo tiempo para divertirme.
- ¿Estás casada?
- No. Odio el matrimonio.
- ¿No quieres tener una relación estable?
- No. Las relaciones estables me oprimen, me ahogan. Prefiero ser yo, sin dar cuentas a nadie.
- Pero algún día te vendrá la vena maternal, y querrás tener un hijo.
- No te digo que no y si algún día lo necesito, lo tendré, aunque no esté casada. Lo que yo quiero es ser libre. Quiero ser yo. No es bueno hipotecar tu vida. Mírame: estoy aquí de maravilla y no necesito mucho dinero para tomar el sol. Y estoy disfrutando de tu compañía, y ojalá tú disfrutes de la mía
- ¿Y tú? –me preguntó.
- Yo pienso igual que tú, pero un día me casé y ahora estoy divorciado.
- Así es la vida. Yo he tenido que luchar mucho para no acabar con ningún hombre.
Y con conversaciones de este tipo estuvimos todo el día. Cuando el sol empezaba a alejarse, le pregunté:
- Se empieza a hacer tarde. ¿A dónde vas a dormir?
- Si quieres me puedo quedar contigo.
Y se quedó.
Era una historia de las buenas. Sin compromisos, sin exclusividad, sin broncas, sin ataduras; todo muy liberal, hasta que nos casamos...
Entonces empezó a decirme lo que me temía: que no me ocupo de ella, que hago lo que me parece, que no vamos de vacaciones, que nunca le hago regalos, que está harto del departamento viejo, y que necesita más dinero. Que jamás vamos a ver a sus padres, que le gustaría tener otro coche más nuevo, que gano muy poco en el trabajo…
Bueno, ¿qué les ha parecido?
Ahora cada vez que peleamos trato de ser más cariñoso. Ella me mira con cara de asco, y me dice:
-Déjame en paz.
Ustedes amigos que están leyendo, creo que son más inteligentes. Saben que una misma frase puede significar cosas diferentes según el contexto, y según como se diga. Sin embargo el déjame en paz de mi mujer, quiere decir que la deje, que no quiere tener sexo y que no lo volveré a tener hasta que no consiga lo que quiere. Y mientras, esa noche tengo que dormir nuevamente en el sofá y al día siguiente tendré que hacerme el desayuno.
La verdad, no me quejo. Me gusta mi vida. Tengo una casa que, aunque vieja, está limpia y es confortable. Dos hijos adorables, un perro precioso y un trabajo estable.
Pero si hay algo que me repatea, me indigna, me amarga, me deprime, me enoja, me exaspera, me encoleriza, me entristece, me aflige, me incomoda, me cansa y me provoca unas ganas locas de mandarlo todo a al demonio, es que aunque haga todos los méritos y la trate como a una reina, siempre que se lo pido, ella me dice:
-Déjame en paz.




SALUDOS
FRANCISCO PARDAVE

COMO SER ESCRITOR Y NO MORIR EN EL INTENTO

CÓMO SER ESCRITOR Y NO MORIR EN EL INTENTO
Sí queridos amigos, como me decía mi madre: no hay nada malo en escribir, siempre y cuando lo hagas en soledad y te hagas el disimulado después.
Y también como me decía mi padre: escribe, haz lo que quieras, siempre he sabido que habías nacido raro.
Además, como me ha dicho mi hermano el mayor: estás loco mano, en lugar de pasártela encerrado ¿por qué mejor no sales con chavas como toda la gente de tu edad?
Por su parte como me decía mi maestra de español en primaria: escribir es un proceso creativo interesante aún en niños como tú... sigue, sigue, pero antes aprende ortografía.
Y como me decía mi primer novia: que bonito que escribas, pero ¿por qué lo haces horita?
Mi primer jefe me decía: lo que debes escribir son los cheques, libros de contabilidad y las facturas; no, mejor escribe tu renuncia.
Los consejos que me decía mi primer maestro de taller literario: escribe, así es como un escritor se hace, llenando páginas y páginas, desechando, desbrozando, destruyendo. Diez versiones harán un cuento mediano. Si echando a perder se aprende, tú estas aprendiendo magníficamente.
Una vez un presentador en una fiesta decía: aquí el compañero escribe. Así como lo ven es un artista. Nadie entiende lo que escribe, pero artista al fin y al cabo. ¿Y quien mejor que él para decirle unas palabras a la quinceañera?
Al presentarme a mi primer editor, me decía: ¿Así que usted escribe? No podemos decir que sea muy original. Hay miles de escritores. Bueno, no importa. Vamos a ver si tenemos lugar para ti en la revista, alguna página que sobre... ¿pagar?, ¿quién dijo que te íbamos a pagar? Si quieres, puedes colaborar, vender unos ejemplares de algunas de nuestras revistas al menos mientras aprendes, si quieres...
Una vez me dijeron cuando fui a pedir trabajo: De acuerdo, escribe, pero ¿qué sabes hacer?
Un crítico opinaba: ¿este sujeto escribe?
Al recibir mi primer premio me dijeron: el ganador del concurso, aquí presente, es un joven valor de las letras literarias, y le entregamos esta licuadora de tres velocidades por tener el número...
Hasta mi mejor amigo me criticaba: me caes bien aunque escribas, porque todos tenemos nuestras mañitas.
Otro editor me reclamaba: ¿Pagar? deberías estar agradecido que saliste en nuestra revista, el arte jamás se vende, se regala, si no, no es arte. Y para la próxima corrige mejor las faltas de ortografía, tuvimos que pagarle a un corrector de estilo para que arreglara tu original.
El colmo, hasta mi representante me decía: admiro tu estilo, tu precisión, el sentimiento de tus frases, la dulzura explícita de tu prosa, pero las tarjetas de felicitación deben ser más graciosas, algo así cómo besitos por cumplir otro año al abrir la tarjetita, ya sabes, se gracioso, no sé por qué te quejas, después de todo me estás pagando para que escribas.
Sin embargo, queridos amigos, como dije en una entrevista que nunca salió publicada: ¡escribir es un placer!

Saludos
Francisco Pardavé