martes, 16 de diciembre de 2008

MARIA ELENA





- ¡Levántate! y no vayas a hacer ninguna pendejada.
Javier sintió el dolor cuando el hombre lo levantaba de los cabellos. Se puso de pie y comenzó a vestirse mecánicamente sin saber lo que pasaba. Dos sujetos buscaban algo en los cajones, mientras otro lo miraba torvamente apuntándole con una pistola.
- ¿Qué pasa? -se atrevió a preguntar Javier, ¿quiénes son ustedes y para qué me quieren?
- ¡Cállate la boca y síguenos! -vociferó el hombre de la pistola.
En la calle, Javier fue introducido con violencia al interior de un automóvil oscuro. Ahí lo esperaban el chofer y un hombre enfundado en un abrigo negro.
- ¡Vámonos! -dijo el tipo que parecía ser el jefe-. Javier quedó sentado a su lado y junto al que no dejaba de amagarlo con la pistola. Adelante se acomodaron los otros sujetos junto al chofer. El auto arrancó violentamente y al poco rato tomó por la autopista rumbo al sur.
- Si te portas bien no te pasará nada -dijo el jefe-, únicamente queremos platicar contigo. Ahora dinos, ¿dónde están tus amigos?
- ¿Mis amigos? ¿Cuáles amigos?
Un golpe se estrelló en su rostro y le hizo perder momentáneamente el sentido.
- No te hagas pendejo. Cómo que cuáles amigos. Bien sabes que se trata de tu amiguita la loca y sus pinches compañeros de la universidad.
"Entonces se trata de María Elena", pensó Javier, al tiempo que se limpiaba la sangre que escurría de su nariz.
- Por favor, díganme ¿qué he hecho?
Un golpe en el estómago lo hizo reclinarse hacia adelante.
- Te dije que te portaras bien cabrón. Si no me dices dónde están, te vamos a partir la madre. Sabemos que ayer en la noche estuviste con ella; unos compañeros los siguieron cuando salieron del desmadre ese de los escritores.
- Sí, ella estuvo conmigo ayer -contestó Javier-, pero ya tenía mucho tiempo sin verla y no me contó nada de lo que planeaba hacer.
- ¿Me vas a decir que estuvieron jugando a los novios en el hotel al que se metieron?
- Fue la primera vez que íbamos a un hotel y estuvimos platicando acerca de la literatura.
- "Borrego" -ordenó el tipo de negro al chofer, date la vuelta y regrésate. Parece que este cuate es tan pendejo que de veras estuvo platicando con la "chava".
El coche de detuvo en un paraje alejado de la ciudad y de un golpe lo arrojaron a la calle.
Comenzó a caminar por el oscuro camino donde lo habían dejado. Iba muriéndose de frío y adolorido por los golpes recibidos. Se registró los bolsillos y confirmó lo que se había imaginado ¡no portaba un centavo!
Decidió irse caminando "ni modo, ojala y no me den en la madre". Después de haber caminado mucho tiempo Javier tomó conciencia de su realidad y comenzó a percatarse de que se encontraba en los principios de la gran avenida que cruzaba toda la ciudad. También notó que el tráfico se hacía más intenso y fue cuando tuvo la fortuna de tomar un taxi.
Ya en la cama de su hotel y, después de haber estado durante largo tiempo bajo la ducha, Javier se quedó dormido. Sin embargo, de vez en cuando, daba un brinco sobre su costado pensando que, todo lo que le había pasado era parte de una siniestra pesadilla.
Al medio día despertó sobresaltado cuando unos fuertes golpes llamaron a su puerta. Abre pronto Javier, abre pronto -era la voz de María Elena. Javier se puso como pudo algo de ropa y abrió.
María Elena, con el pelo desordenado y el aliento cortado, se introdujo al cuarto. Les dimos en toda la madre -vociferó la muchacha.
Ayer, después de que nos vimos, me reuní con los cuates para llevar a cabo el plan que previamente teníamos elaborado; primero, pasamos a la casa del "profe" a ponernos de acuerdo en la acción que íbamos a ejecutar y a recoger las armas y, después de velar toda la noche, muy de madrugada nos fuimos hasta el lugar donde nos esperaban otros compañeros. De ahí partimos rápidamente hacia los separos de la delegación donde se encontraba detenido El Ramón.
Yo fingí que me habían asaltado y que iba a levantar un acta, acompañada por algunos "familiares"; mientras tanto, algunos se apostaban afuera para agilizar la huida y otros se metieron a la enfermería y con sus armas amagaron al personal, hasta lograr liberar al Ramón.
Entonces, yo saqué mi pistola y me puse al frente del grupo, de ahí, todos juntos salimos despavoridos y abordamos los vehículos que nos estaban aguardando. Hace rato traté de ir a mi casa, pero antes de llegar me di cuenta de que estaba vigilada. Fue entonces cuando pensé en venir a verte, porque de ti no sospecha nadie.
Javier, sin decir nada, comenzó a empacar sus principales cosas y le dijo a la joven -vámonos, ayer me partieron la madre unos agentes al creerme involucrado con ustedes. Así los dos jóvenes emprendieron el camino, que con el tiempo fue trazando su destino…..



SALUDOS



FRANCISCO PARDAVE