jueves, 5 de marzo de 2009

A UNOS OJOS TRISTES









Ayer sin esperarlo me pediste


que te hablara de tus ojos


de esos ojos que parecen


los de un angelito triste.


Pero ¿cómo poder describirte


lo que me piden tus labios?


porque eso es imposibe


aunque yo fuera el más sabio


¿Qué parecen dos soles


alumbrando el firmamento?


¿que cantan cuando los abres


y dan paz a mi lamento?


¿que son ardientes y cautivan


como un bello juramento?


¿Cómo poder describir a esos ojos


que confiesan tus antojos


o descubren tus enojos


que me glosan tu dolor


que me infunden tu alegría,


que me lloran tu agonía


o me inundan de tu amor?


Son dos ojos que me alumbran o me ciegan,


me curan o me maltratan


me acarician o me matan


me conocen o me niegan.


Tienen tus ojos el don


de alegrarme o entristecerme,


consolarme o conmoverme,


y es porque tus ojos son


ojos que saben hablar,


luceros que saben reír,


ojos que saben herir


llamas que saben besar;


soles que hielan o abrasan


y que, con nieve o calor


mitigan mi gran dolor


¿Como podría hablar de ellos


cuando de su limpia hondura


descorren al fin su velo,


reflejando la luz del cielo


sobre el mar de tu ternura,


y me hundo feliz en él,


y tan dulce me parece,


que mi vida se adormece


en su mirada de miel?


Siento un placer inefable


si en tus miradas tranquilas


descubro, tras tus pupilas,


un camino interminable


rodeado de bellas flores,


pero aunque tuvieran abrojos,


quiero internarme en tus ojos


en busca de tus amores.


Nunca podré describir


la luz de tus ojos tristes


que han marcado mi camino


aunque a lo lejos se ecuentren


aunque nunca pueda verlos


aunque no pueda besarlos


aunque lo pidas de nuevo.


Tus ojos son tan bellos


tan profundos como el mar


y aunque nunca puda verlos


en ellos me quiero ahogar.




Francisco Pardavé