Después de un espantoso matrimonio y de un salvador divorcio, apenas me quedaban ganas de buscar mujeres.
¡Cómo me hubiera gustado olvidar mí memorable noche de bodas! Fue tan romántica que, estando yo arriba, intentando dar todo lo que tenía, observé que mi mujer contaba con los dedos durante todo el acto. Una vez que acabé le pregunté:
-¿Has disfrutado, cariño?
Y ella me contestó:
-¿Cuánto has juntado en el banco para cuando regresemos de vacaciones?
Sin embargo, en esa época yo estaba dispuesto a vivir con ella y a serle fiel hasta el final de nuestros días. Tanto que no volví a ver a ninguna de mis amigas y si alguna mujer se me insinuaba yo le respondía: “es mejor que te vayas pues estoy felizmente casado”. ¡Tonto de mí!, luego comprendí que a mi mujer no le hubiera importado.
Después de mi divorcio conocí a otra chica... Lo que más me gustó de ella es que no se parecía a mi ex mujer. No era mala, ni avariciosa, ni dominante; y otra cosa que me agradó es que en el momento en que nos conocimos sólo estaba cubierta por un diminuto bikini que resaltaba la belleza de su cuerpo. Y aunque no podría decir que fue en flechazo, la verdad es que ella me encantó; me refiero a que nos conocimos de casualidad, y todo surgió de manera espontánea. Creo que ella se quedó prendada de mi personalidad y no de mi billetera, así que nos dedicamos a disfrutar de ese maravilloso sol que nos cubría.
- ¿A qué te dedicas? - me preguntó.
- Trabajo por mi cuenta (no le dije que era gerente de un banco).
- ¡Te la has de pasar muy bien! Yo en cambio trabo todo el día y apenas tengo tiempo para divertirme.
- ¿Estás casada?
- No. Odio el matrimonio.
- ¿No quieres tener una relación estable?
- No. Las relaciones estables me oprimen, me ahogan. Prefiero ser yo, sin dar cuentas a nadie.
- Pero algún día te vendrá la vena maternal, y querrás tener un hijo.
- No te digo que no y si algún día lo necesito, lo tendré, aunque no esté casada. Lo que yo quiero es ser libre. Quiero ser yo. No es bueno hipotecar tu vida. Mírame: estoy aquí de maravilla y no necesito mucho dinero para tomar el sol. Y estoy disfrutando de tu compañía, y ojalá tú disfrutes de la mía
- ¿Y tú? –me preguntó.
- Yo pienso igual que tú, pero un día me casé y ahora estoy divorciado.
- Así es la vida. Yo he tenido que luchar mucho para no acabar con ningún hombre.
Y con conversaciones de este tipo estuvimos todo el día. Cuando el sol empezaba a alejarse, le pregunté:
- Se empieza a hacer tarde. ¿A dónde vas a dormir?
- Si quieres me puedo quedar contigo.
Y se quedó.
Era una historia de las buenas. Sin compromisos, sin exclusividad, sin broncas, sin ataduras; todo muy liberal, hasta que nos casamos...
Entonces empezó a decirme lo que me temía: que no me ocupo de ella, que hago lo que me parece, que no vamos de vacaciones, que nunca le hago regalos, que está harto del departamento viejo, y que necesita más dinero. Que jamás vamos a ver a sus padres, que le gustaría tener otro coche más nuevo, que gano muy poco en el trabajo…
Bueno, ¿qué les ha parecido?
Ahora cada vez que peleamos trato de ser más cariñoso. Ella me mira con cara de asco, y me dice:
-Déjame en paz.
Ustedes amigos que están leyendo, creo que son más inteligentes. Saben que una misma frase puede significar cosas diferentes según el contexto, y según como se diga. Sin embargo el déjame en paz de mi mujer, quiere decir que la deje, que no quiere tener sexo y que no lo volveré a tener hasta que no consiga lo que quiere. Y mientras, esa noche tengo que dormir nuevamente en el sofá y al día siguiente tendré que hacerme el desayuno.
La verdad, no me quejo. Me gusta mi vida. Tengo una casa que, aunque vieja, está limpia y es confortable. Dos hijos adorables, un perro precioso y un trabajo estable.
Pero si hay algo que me repatea, me indigna, me amarga, me deprime, me enoja, me exaspera, me encoleriza, me entristece, me aflige, me incomoda, me cansa y me provoca unas ganas locas de mandarlo todo a al demonio, es que aunque haga todos los méritos y la trate como a una reina, siempre que se lo pido, ella me dice:
-Déjame en paz.
SALUDOS
FRANCISCO PARDAVE
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