miércoles, 18 de mayo de 2011

ANOCHE NOS QUISIMOS






Anoche todos nos quisimos



todos fuimos buenos



todos los ojos resplandecían



Las manos entibiaban el vino



que entibiaba la lengua



y era un amparo el enigma desnudo



Anoche todos nos queríamos
y parecíamos buenos



también los de al lado



que hablaban de otras cosas



o tal vez de las mismas con otras palabras



Anoche todos nos quisimos



anoche fuimos pájaros



hasta el leve temblor de la madrugada



y volvimos a ser nosotros...



viernes, 8 de abril de 2011

Amores olvidados




Al final del verano, Tere debía permanecer en casa de sus familiares por algunos días, mientras que yo debía regresar a mi hogar esa misma noche. Por ello, consideramos que separarnos tan pronto era muy triste y decidimos pasar el día juntos, para despedirnos solamente cuando yo tomara el autobús de regreso.

Así, fuimos a una hermosa playa donde calidamente transcurrió nuestra mañana, el lugar estaba casi desierto y aprovechamos cada momento de soledad para abrazarnos con ternura.

Por la tarde, decidimos acudir a un cine para ver un film romántico. En la oscuridad, entrelazamos nuestras manos para disfrutar de aquel momento de cálida unión. Salimos cuando la tarde ya caía y Tere me invitó a caminar a un parque muy discreto donde pasaríamos nuestros últimos momentos juntos; en aquel hermoso lugar, vimos el atardecer y a la luz de la luna, renovamos nuestras promesas de amor. El momento de la despedida llegó y Tere me prometió que nos veríamos en menos de una semana. Ese instante fue muy triste para ambos pues la gloria de nuestro amor se veía quebrantada por la inesperada separación que nos afectaba. Pasaron varios días y ante su ausencia, me preguntaba si podría soportar tal carga emocional de extrañarla dolorosamente y sin remedio.

Cuando pensé que ya no la volvería a ver, recibí una increíble sorpresa al verla aparecer por mi casa. Nos encontramos y abrazamos efusivamente. Ante la presencia de mi madre salimos a caminar y no pude soportar el deseo de preguntarle por qué no había llegado antes como me lo había prometido, a lo que ella respondió que no le fue posible dada la presión de sus padres.

- Te extrañaba demasiado - dijo con leve tono de melancolía, deseaba estar contigo lo más pronto posible.

Aquellas palabras me enternecieron y me llevaron a contestar casi de igual modo.

Un extraño deseo de estar juntos nos poseía, un apetito de abrazarnos y besarnos infinitamente. Yo no había conocido hasta ese momento un amor con fuerza tal. Era una pasión incontrolable que me obsesionaba de manera permanente.

Llenos de ternura por nuestro feliz reencuentro, empezamos a buscar lugares solitarios e íntimos donde pudiéramos besarnos cada vez más con mayor pasión. A partir de entonces, cada día nuestras almas se unían más y másconsolidando una relación de gran estabilidad en todos los sentidos. Compartimos amistad y amor creando un mundo personal. Entonces algo nuevo surgió en nuestra relación, que despertaba y se hacía sentir cada vez más con mayor intensidad, algo que sentíamos en su magnitud... era el deseo carnal que despertaba con su ardiente mensaje. Comenzamos a platicar largamente sobre el tema del sexo, a veces en tono de broma y otras ocasiones, con mucha seriedad. El argumento fue en aumento, pues en nuestros momentos de intimidad, una gran excitación se apoderaba de nosotros. Aquella seducción física nos complacía y atormentaba a la vez pues no podíamos aún realizar el sexo en su plenitud y sólo quedábamos con una excitación terrible que se convertía en ardientes sueños nocturnos o interminables pensamientos sobre la eventualidad de hacer el amor ya en forma definitiva.

Poco tiempo después, empezamos a escribirnos cartas ardientes entre nosotros y en poco tiempo, las misivas eran verdaderos relatos eróticos que cruzaban por nuestras mentes y que soñábamos algún hiciéramos realidad.

Lamentablemente, por un descuido de mi querida novia, su madre descubrió una de mis cartas y al leerla, reaccionó violentamente contra ella intentando incluso, agredirla. Tere se defendió de aquel ataque maternal pero ya la crisis había comenzado. Su madre comunicó la noticia al padre de mi novia quien afortunadamente reaccionó de manera más pasiva. Por mi parte, también recibí las violentas palabras de la madre de Tere que se oponía definitivamente a nuestra relación. Su padre se acercó a mí y me declaró que él no estaba de acuerdo con lo nuestro pero si ella se sentía feliz junto a mí, no haría mayores problemas.

Al poco tiempo, y de manera inexplicable, la madre de Tere cedió en su argumento y fue cambiando hacia un tono más amable para con nosotros. Creo que, de algún modo, había llegado a aceptar la relación de su hija conmigo. Para mayor sorpresa, empezó a tomarme cierto aprecio y su trato hacia mí se torno más cálido y contemplativo, llegando incluso a preocuparse por las cosas de mi vida.

Cuando la crisis familiar que nos afectaba cesó, nuestra relación volvió a ser normal y a hacerse cada día más fuerte y estrecha. De algún modo habíamos conquistado terreno para expandir nuestro amor a horizontes más amplios.

No sé si lo pueda afirmar, pero de pronto me hice importante en la vida de Tere y su familia, en una agradable relación. En esta condición más estable y apacible, nuevamente regresaron a nuestras mentes, el deseo carnal y la ilusión de realizar definitivamente nuestra relación con la entrega sexual.

Así, nuestros encuentros íntimos volvieron a llenarse de excitación y deseo. Ya no tan sólo nos besábamos, sino que tocábamos nuestros cuerpos quedando presos de una gran exaltación. Todo esto tuvo como consecuencia, que nos estrecháramos cada día más, madurando nuestra relación en todos sus sentidos. Nos hicimos así, amigos, confidentes, cómplices y muchas cosas más. Sólo el sexo era algo que nos perturbaba y aún no habíamos alcanzado su plenitud, a pesar que dominaba plenamente nuestro pensamiento.

Una noche de sábado, luego de una fiesta , tuvimos la oportunidad de estar bastante íntimos en una situación bastante especial. Regresábamos a casa en el coche de mi padre, cuando sentimos la tentación de detenernos frente a la costa mirando la playa que se ilumina en las noches de primavera. Muchas parejas en sus carros habían hecho lo mismo. Durante algunos minutos, Tere y yo estuvimos mirando lo bello del lugar, mas en un instante, mi querida novia se abalanzó sobre mí, con abrazos y besos muy apasionados, lo que provocó que nuestras caricias fueran aumentando de tono. De pronto y casi sin darnos cuenta, nuestras manos buscaban las partes más sensibles de nuestros cuerpos.

Tere había abierto los botones de mi pantalón . La noche y el ambiente contribuían igualmente a que fuéramos presas de una gran excitación, por lo que nos pasamos al asiento de atrás despojándonos de nuestras vestiduras. Luego de consolarnos sexualmente y otorgarnos divinos placeres, concluimos que de algún modo u otro, era imperioso que viviéramos nuestra sexualidad de manera más normal e intensa. Entonces nos prometimos mutuamente, encontrarnos pronto en algún lugar íntimo para hacer el amor sin las incomodidades de aquella situación antes descrita.

Abandonamos entonces aquella parada tan sexual y maravillosa, con la promesa de un pronto encuentro formal. Por desgracia esto no sucedió ya que sus padres se la llevaron a vivir para siempre a otra ciudad. Yo me quedé desolado y durante muchos años no pude enterrar estos momentos en el baúl de mis recuerdos olvidados.

morir de amor





Puede que sea el tiempo

de volar hacia tí

y quedarme con el

cielo de tus ojos.


Puede que pisemos

las mismas arenas tibias

y frente al océano

nos digamos como nos amamos.


Puede que este temblor

de caricias y delirios,

despierten auroras

y todas las ausencias.


Puede que sepa por siempre

que ya no temo a la muerte,

porque sin tenerte

muero en cada instante.






Cuando pensé que ya no había Lugar para el amor,

Cuando creí que las ilusiones se desangraban

en el momento que morían esperanzas y yo la enterraba en el olvido...

Fue ahí cuando apareciste tú, cuando despertaste mis sueños dormidos,

bañando mi cuerpo de nuevas fantasías y de juegos jamás vividos.

Llegaste irrumpiendo a mi vida, desestabilizando emociones

desestructurando mis pensamientos

derribando la carcaza de mi alma.

Voy a jugarme por ti

voy a amarte despacio,

despertando el fuego de tus entrañas

acariciando cada recóndito lugar de tu cuerpo

que jamás han acariciado.

Besando melodías que emanan de tus labios

creando castillos de pasión indestructible, de amor eterno...

Sé que eres esa dulce mujer que abrigará mis miedos,

sé que entre vos y yo no hay nadie

sólo existe el futuro de un nuevo amor.

Si estás dispuesta a entregarte

si estas dispuesta a amarme

no te detengas, hoy te siento en mi.



jueves, 7 de abril de 2011

TE AMO




Cuando llega la noche pienso en ti, recostado sobre la hierba


...te imagino, el canto de los grillos me acompaña.


Siento como mi alma se pierde en el infinito y te busco,


deseo tenerte conmigo para que escuches este concierto a la luz de la luna


tú, yo, la noche, tu boca, la mía nuestras almas fundidas en una sola.


Nuestro amor impregnado de dulzura, de pasión...


y tus ojos que con su luz opaquen todas las estrellas del universo.


Así te sueño, así quisiera amarte y entrar en ti...


lentamente sin prisa y entregarnos sin barreras


solos tú y yo, ¡qué feliz sería entregarnos a el mundo del el éxtasis!


yo en ti, tú en mi, un solo corazón...



¡Te amo!

viernes, 25 de marzo de 2011

LAURA


Los ruidos de la cocina parecían querer derribar las paredes del apretado cuarto . Más allá; la siempre insolente voz de su señora daba órdenes a los niños recién llegados de la escuela. Como fondo, el volumen de la televisión a todo lo alto, reproduciendo las voces agudas de los personajes de una caricatura, y, por si fuera poco, la radio lanzaba hacia todas partes, los chismes y diretes de un programa dirigido a las señoras."
¿Qué estoy haciendo aquí?" -se preguntó Javier, mientras esperaba la hora de la comida, para después, con algún pretexto, emprender la graciosa huida hacia la calle.
Arrancó el automóvil y se dirigió hacia la tienda comercial donde habitualmente hacia las compras de la casa; de pronto, sintió una imperiosa necesidad de voltear la cara: vio la figura que se le aproximaba paso a paso. Trató de observar el rostro que apenas se asomaba por entre los enormes lentes oscuros, el pelo antes largo, ahora sólo llegaba hasta la altura de la nuca.
- ¡Hola Laura! -gritó Javier-.
Ella se detuvo y lo miró a través de las gafas.
Instintivamente trató de seguir caminando, pero sus piernas se negaron a obedecerla. Quiso sonreír, pero sus labios sólo dibujaron una mueca indefinible.
Casi como autómata, estiró el brazo y estrechó la mano que se le extendía. Un poco más calmada miró aquellos ojos que la veían con avidez y notó las bolsas y arrugas que los enmarcaban. Parecían los mismos que la miraban en aquellas penumbras de los cuartuchos de los hoteles donde se refugiaban para hacer el amor. Ojos que habían conocido todos los rincones de su piel. Esos ojos de ardientes que se cegaban cuando brotaba el torrente incontenible de su sexo. Aquellos ojos que llenos de lágrimas la habían seguido cuando se dijeron el adiós.
- Disculpa Javier, es que no te había reconocido. Estás un poco cambiado. ¡Te dejaste crecer el bigote! -la voz de Laura salía cada vez más fluidamente- ¡Qué gusto de verte, te ves muy bien, no pensé volver a encontrarte!
Laura se ruborizó al terminar la frase y pensó: "¡cuántas veces había tratado de llamarlo!". Sobre todo, aquellas noches cuando su esposo se encontraba ausente y cuando, a solas, se retorcía sobre la cama, añorando aquella boca voraz que había aprendido a deslizarse en los rincones más húmedos de su cuerpo.
No sólo había deseado volverlo a ver, sino hasta había ensayado frases para cuando esto ocurriera: "te extraño, perdóname, no puedo vivir sin ti". A veces, al observarse ante el espejo, imaginaba que a lo mejor Javier no notaría las estrías que surcaban su cintura. Veía su cuerpo como si Javier fuera el que la estuviera viendo, lo mostraba sin ningún pudor y advertía con satisfacción que la línea del busto se mantenía aún firme y, que incluso, había aumentado de volumen.
Javier la miraba sin decir palabra, y al ver su rostro se le vino a la mente y a la entrepierna, el calor que siempre había sentido cuando estaba junto a ella. Era una sensación que no podía atenuar, incluso hasta después de hacerle el amor le acompañaba a su casa. Se amaban con verdadera pasión, porque los dos sabían que en cualquier momento todo se acabaría. Ella estaba a punto de casarse con un hombre al que no quería, pero que le ofrecía una seguridad que él no podía darle.
Javier la había bautizado como Laura, para que nadie la llamara con ese nombre, era su señal y su secreto. La última vez que habían estado juntos Laura le pidió un favor: "Quiero que tu esposa y tú sean mis padrinos de lazo; así me haré las ilusiones de que me estoy casando contigo". Luego, en la recepción pudieron disimular algunos brindis solitarios y algunos roces imperceptibles que con muchos pretextos se estuvieron dando. Luego, con su mujer y en medio de los bocinazos de muchos autos, la habían escoltado hasta el aeropuerto.
Cuando volvió a la realidad, Javier insistió en acompañarla. Ella subió al auto y se acomodó en el asiento delantero - era el mismo en el que se recostaba cuando regresaban a su casa -.
Vio los libros y papeles regados en la parte de atrás y la negra sombrilla aventada sobre la repisa del cristal posterior.
- Si quieres háblame por teléfono -dijo Javier-, cuando la mujer le pidió que detuviera el carro. Ya sabes mi número.
Laura, sin despedirse, se puso los lentes negros y echó a caminar sobre el concreto hirviente por el sol del medio día. Cuando sintió que la mirada de Javier ya no la seguía, apresuró el paso y se sentó en medio de los matorrales de un polvoso jardín que se encontró de repente. "Siempre he sido una cobarde -se dijo-, no fui capaz de defender el amor de Javier y ahora no me atreví a volver a estar entre sus brazos. Ni modo".
Javier arrancó el coche y empezó a cruzar aquel bosque partido en mil pedazos por calles y fraccionamientos a medio terminar. En una esquina se sintió invadido por una marabunta de vendedores y unos niños que trataban de limpiar los parabrisas de los automóviles; muchos conductores los apartaban con señas, con palabras malsonantes o de plano aventándoles los carros. Otros, sin embargo, eran sorprendidos y en un instante tenían embadurnados los cristales con una substancia jabonosa, la que era limpiada a veces hasta por dos o tres jovenzuelos que tenían medido el tiempo en que saltaba la luz roja a la verde.
Pinches escuincles, ya me chingaron -murmuró Javier- mientras sacaba unas monedas de la bolsa. Más adelante, cruzó la zona del “peñón”, donde se arremolinaban autos y camiones; unos intentaban dar vuelta hacia el aeropuerto y otros pretendían introducirse en el viaducto. En otro semáforo vendían flores o billetes de lotería. Le compró una rosa a su mujer, para pretextar que había estado pensando en ella..........

jueves, 24 de marzo de 2011




Flechas clavadas en tu corazón¿Quién ha disparado?¿De donde han salido?¿Quién te ha atravesado el corazón?
Sin duda la culpa fue de cupido



En nuestra cultura occidental ha prevalecido una concepción irracional sobre el amor. Curiosamente éste fue uno de los aportes más significativos de los antiguos griegos. A diferencia de los hindúes, de los chinos o de los japoneses, los griegos no entendieron al amor como una virtud a ser cultivada sino como una enfermedad, como una forma de locura que, aunque muy dulce, puede destruir todo lo que una comunidad e incluso el mismo amante, valoran.
Entender el amor como un sentimiento espontáneo y repentino (tal es la concepción del flechazo), y no como una relación que se construye a lo largo del tiempo, supone el desarrollo de altas dosis de idealización.
Cuando se ingresa al amor por la puerta del flechazo y del enamoramiento, las expectativas suelen ser altísimas: el otro no es quien es, sino quien deseamos que sea, y con frecuencia se incurre en una falacia indebida al considerar que en unos pocos encuentros resulta evidente que los amantes están “hechos el uno para el otro”. Se espera que la pasión se afiance en la pareja, pero cuando el hechizo se ha roto —y la pasión es finita por definición—, sólo resta el desengaño, la desilusión o el omnipotente deseo femenino de cambiar al otro.
La falsa analogía de las almas que vagan en busca de su mitad perdida también dio lugar a la falacia de la falsa dicotomía que plantea mediante juegos de oposiciones dos alternativas, sin considerar que en realidad existen muchas más. Los crímenes y los suicidios pasionales, un tópico de referencia obligada desde la mitología griega hasta el presente, con frecuencia presuponen esta concepción según la cual sólo una persona está “destinada” a amarnos. Pero la verdad es que no somos naranjas rebanadas ni erramos en busca de nuestra mitad perdida. A lo sumo encontraremos personas afines pero distintas de nosotros a las que podremos amar más allá del periodo de encantamiento primero, de acuerdo con nuestra disposición para conciliar las diferencias y los problemas que sobrevienen a toda relación humana que se prolonga en el tiempo.
A diferencia de India y China, donde se pensó que la iluminación espiritual está asociada con el sexo y es una forma de trascender la mortalidad. La cultura occidental pareció menos interesada en focalizar su atención en un arte de amar que en inscribir el discurso amoroso en el registro de lo prohibido y de lo permitido, en el de las “normas” y en el de sus supuestos “desvíos”. De ahí la fascinación por los “amores prohibidos” y la identificación del “triángulo amoroso” con el argumento de las historias de amor.Siempre que se ama existe la posibilidad de sufrir. Parte de la cuota necesaria de sufrimiento que implica el amor se vincula con el hecho de que, como individuos modernos y occidentales, debemos elegir por nuestra cuenta a la pareja con la que compartiremos gran cantidad de momentos de nuestra vida. Como sujetos modernos, estamos librados a nuestras propias fuerzas; también somos compelidos a pensar que el cambio siempre es bueno para nuestras vidas. La publicidad y las representaciones culturales no parecen decirnos otra cosa. Asimismo, vivimos una época en la que el lazo social tiende a quebrarse. Los más afortunados encuentran en la familia, en los amigos o en la pareja un amparo que los preserva de las inclemencias de un individualismo feroz.
Reflexionar sobre el amor constituye un verdadero desafío en momentos en que los cambios científicos se tornan vertiginosos, cuando es posible escindir por completo la sexualidad de la reproducción, cuando los métodos de fertilización asistida plantean cambios que apenas alcanzamos a vislumbrar, cuando asistimos a cambios sustanciales como la disolución de un modelo de familia centrado en la crianza de los hijos.El amor puede exceder en mucho el periodo del enamoramiento o del amor-pasión. El amor-acción o amor-compañero es un amor de más largo alcance que implica querer al otro porque se lo conoce y se goza de su presencia y no de su ausencia, una relación en la que el paso del tiempo puede estrechar el vínculo y convertirse en un dato a favor y no en contra, y en la que es posible sobrellevar los problemas que necesariamente alcanzan a toda relación humana duradera.
Finalmente, creo que un desafío importante para el individuo contemporáneo es aceptar el carácter problemático del amor frente a las imágenes idealizadas de gran cantidad de representaciones culturales. La pareja sigue siendo el ámbito donde es posible aunar una ética de la ternura con el sexo, cultivando el amor como un arte, es decir, aprendiendo del error para barajar nuevamente las cartas de uno de los juegos más bellos y antiguos del mundo