miércoles, 28 de enero de 2009



"Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua".
Julio Cortazar


Hacía veinticuatro horas que había llegado a Buenos Aires para participar durante algunos días de un Congreso Internacional; esto sucedió hace tres años. Había viajado desde México junto a dos colegas y luego de muchas horas de vuelo, llegamos para alojarnos en un conocido hotel de la calle Córdoba.
Ese día fue una jornada muy interesante de disertaciones, paneles y conferencias, eran las cinco de la tarde y decidimos retirarnos para ir a descansar al hotel; acordamos salir a cenar. Creo que el cansancio pudo más, porque cuando me desperté de una profunda siesta, el reloj me indicaba que eran las doce de la noche. No muy preocupado me levanté, y me preparé para salir a disfrutar de la noche... esa noche.
Era una noche lluviosa, caminé casi sin rumbo... típico de los turistas que queremos "comernos Buenos Aires". Llevaba ya más de una hora recorriendo calles y me detuve en un puesto de revistas viejas, a curiosear simplemente. De pronto, escuché una vos muy femenina por cierto, que me interroga: ¿vos sos mexicano? Me doy vuelta y contesto:
-Claro, con una sonrisa cómplice.
Ella tenía unos 25 años: una mirada triste enmarcada por unos ojos aceitunados. Hablamos; en realidad, hablábamos... pero no se muy bien de qué, no podía resistirme a observarla, su cuerpo delgado, pero bien formado me impedía de seguir una conversación "lógica".
Salimos, sin decir nada, rumbo desconocido... la calle Corrientes nos llevaba: Nos presentamos:
-Soy Patricia, me dijo
-Yo Francisco
(Debo reconocer que en un momento me pareció un poco loco todo eso... pero me gustaba ese desafío implícito), hablamos de nosotros y en un momento me dice:
- ¿Estamos cerca de tu hotel?, ¿tomamos algo?
- Desde luego, contesté sin dudar.
Una vez en la habitación tomamos un poco de vino y la luz de una lámpara alejada y la buena música, hicieron que la conversación se tornase cada vez más amena. Ella me contó que trabajaba en una empresa de turismo y de la reciente separación de su esposo y yo le hablé de mi divorcio, de la vida agitada en mi país y de mi gente.
Ya con la tercera copa de vino las miradas eran más insistentes, profundas y cómplices y sin mediar palabras, besé esa boca fina que me respondió con un beso tímido pero inquieto.
Subimos a mi habitación y en breves instantes, nuestros estabamos completamente desnudos y nuestras manos simulaban tentáculos que iban y venían recorriendo cada parte de nuestros cuerpos.
Disfrutamos de más de dos horas de un sexo muy salvaje y desenfrenado... éramos como dos adolescentes descubriendo los placeres de su sexo. Fue un goce infinito, nos hicimos todo, absolutamente todo, el uno al otro... la lámpara de luz tenue, el sillón, la alfombra y los almohadones fueron los cómplices de tanto de pasión.
Nuestras lenguas recorrían la piel y se detenían en aquellas partes pudorosas y prohibidas. Sus manos moldeaban mi miembro, mientras que yo la colmaba de besos y caricias...
Esos cuerpos fundidos y ardientes se desplomaron en la alfombra para seguir danzando en la lujuria, que llevó, como a un volcán en erupción, a derramar sobre los cuerpos mojados y calientes su preciado flujo interno.
Así pasé la noche más excitante que he vivido.
Cuando desperté encontré una nota sobre la mesa de centro que decía:

-Bienvenido a Buenos Aires "che", regreso por la noche…

viernes, 23 de enero de 2009

MALENA






Malena además de ser muy bella e inteligente, era además, la adorada novia de Javier, que entre otras cosas, era mi mejor amigo, algunas veces, me llamaba para que la invitara una copa; entonces, platicábamos un rato y nos olvidábamos de nuestras rutinarias actividades.
Yo no veía en aquello nada anormal, tomando en cuenta que mi amigo Javier, por motivos de su trabajo, viajaba mucho. Por ello, Malena muchas veces se sentía muy sola y tomaba el teléfono para buscar un poco de compañía. Era lógico que siendo yo el mejor amigo de su novio, sintiera la obligación de aceptar.
Regularmente nos encontrábamos en bares y restaurantes del centro de la ciudad, aunque algunas ocasiones asistíamos a unos lugares más lujosos.
Poco a poco me fui dando cuenta que, desgraciadamente, Malena se iba aficionando al alcohol: recuerdo que en los tiempos de estudiante Male, difícilmente se terminaba un vaso de cerveza, pero ahora, era una mujer capaz de vaciar, más de una botella de licor en tan sólo unas cuantas horas. En ese estado y a pesar de que no se caracterizaba por ser una mujer ocurrente a la hora de contar cuentos, siempre recurría al gastado chiste de que una oficinista que no es alcohólica, es prostituta. Personalmente a mi no me
provocaba gracia ya que gran parte de mi círculo de amigas trabajaban en oficinas; es más, la mayor parte de mis relaciones sentimentales se habían trabado con ellas.
Por lo demás, reconocía su esfuerzo por tratar de involucrarse en el difícil acto de hacer reír y terminaba fingiendo que me moría de la risa para no hacerla sentir mal.
Por diversas situaciones dejé de ver a mi amiga durante un año, tiempo en el que obtuvo varios reconocimientos en su trabajo no obstante los crecientes comentarios que aseveraban que las aficiones que Malena había adquirido mientras se alcoholizaba, iban a terminar por hundirla en su trabajo y en sus relaciones personales.
Por motivos de trabajo tuve que irme a vivir a otra ciudad. Ya instalado en Guadalajara, decidí comunicarme con mi amiga para hacerle saber que estaba bien, que no se preocupara por mí y que apenas regresara, yo mismo me encargaría de buscarla para contarle lo que hacía.
Una tarde, al regresar a mi estudio, me encontré una desagradable sorpresa: Malena había ido a visitarme pero estaba muy cambiada. No había perdido aun la belleza que siempre la había caracterizado pero sin duda, su imagen ahora presentaba a una mujer desgastada y acabada por el exceso de alcohol.
Esa noche bebimos hasta perder la conciencia de nuestros actos y al despertarme no recordaba nada, sólo sentía un terrible dolor de cabeza y tenía a Malena a un lado, ambos completamente desnudos.
Tras unos minutos de reflexión, abandoné el lecho decidido a despertarla. Entonces me di cuenta que Male se había aventurado a visitarme segura de que en mi hogar encontraría un lugar en donde quedarse.
Mientras me bañaba, pensé en sugerirle que se instalara en alguno de los hoteles cercanos. Malena despertaba en el momento justo de mi entrada y su primera reacción fue ponerse a llorar mientras me preguntaba si la consideraba una prostituta, conmovido la abracé y dejé que llorara.
-No Male, no lo eres, sólo eres una alcohólica –aclaré. Sólo eso.
Horas más tarde, me confesó que su alcoholismo la había llevado a romper con Javier y que el único verdadero amigo que tenía era yo.
Cuando se hubo serenado, la convencí de que bajáramos a almorzar y tras pensar en lo que se podía hacer para no hacer pesada su estancia en mi casa, ella misma me propuso trabajar conmigo haciendo algunas actividades que complementaran mi labor.
Esa misma tarde Malena sacó una cita para tener una consulta en una clínica especializada en este tipo de enfermedades. Su tratamiento duró varios meses, pero valió la pena, porque en la actualidad está totalmente recuperada.
Se me había olvidado que Malena ya no está de visita. Ahora es mi esposa y su presencia en esta casa se ha hecho tan indispensable que prácticamente es ella quien ha tomado el control del negocio por sus buenas ideas.
Yo sólo me limito a quererla, admirarla, y a reinvertir sus ganancias.

jueves, 15 de enero de 2009

EL AMOR ES COMO EL MAR



El amor es como el mar...cuando empieza no termina
El amor es como el mar... nos envuelve en sus ocasos
El amor es como el mar... se conquista con abrazos
El amor es como el mar... en el comienza la vida.

El amor es como el mar... ilumina nuestras almas
El amor es como el mar... impetuoso y apasible
El amor es como el mar... tiene tormentas y calmas
El amor es como el mar... en el fondo es increible.

lunes, 5 de enero de 2009

SOL


Sol despertó empapada en sudor. El calor sofocante no la dejaba dormir. Esa noche el bochorno era insoportable aun con los ventanales del balcón abiertos de par en par. Se sentía incomoda por el líquido caliente que corría por su cuerpo. El camisón blanco, tenue, se pegaba a su piel rebelando todos y cada uno de los secretos de su organismo; pero ella no se daba cuenta de eso. Tan solo sentía el calor. Hasta el aire que hacia mecerse las cortinas blancas era cálido, tortuoso, tórrido; era el viento del norte que traía cambios, alteraciones que ella no preveía, modificaciones que más tarde la convertirían en una mujer completa.
Se levantó en silencio para no despertar a su hermana que dormía al lado. Era inaudito que con este calor, Carina durmiera, pero su hermana era un caso aparte en la especie humana. No importaba el lugar, ni las condiciones que hubieran, ella dormía siempre a pierna suelta, sin inmutarse, sin perder su sueño apacible y sosegado. Envidiaba esa facilidad para dormirse, esa aptitud para poder olvidarse de los problemas, esa desenvoltura para no pensar en nada. Tan solo perderse en la oscuridad uniforme y acogedora de los brazos de Morfeo, descansar en paz. Pero ella no podía descansar así. No.
De puntillas se acercó al balcón, aspiró una gran bocanada de aire y contempló la noche estrellada, la luna llena. Escuchó el ruido del mar, el rumor de la vida que rompía contra los acantilados y sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia la playa. El aire impregnaba todavía más la tela fina de su camisón, a su piel.
Atraída por el sonido de las olas comenzó a caminar hacia las grandes rocas del Norte avanzando poco a poco. Sus pies desnudos dejaban rastro en la arena cremosa y suave. La arena se escurría de entre sus dedos, por sus tobillos, provocándola sensaciones placenteras.
Al final de su destino escaló por las rocas para contemplar el mar desde las alturas de los acantilados. La subida no fue fácil, pero no le importaba el dolor punzante de sus pies. Esto era la libertad suprema. Amaba el mar.
Abrió los brazos en cruz saboreando el amargo salitre del viento cálido que azotaba si rostro. En ese momento se dio cuenta que no estaba sola. A sus espaldas presentía la mirada penetrante de unos ojos morenos. Con lentitud deliberada se volvió. Sabía quien era él, el ladrón de almas. El raptor de su espíritu.
Su corazón comenzó a palpitar rápidamente al verle reflejado a través de la luz de la luna que le confería un aura misteriosa, de peligro extremo, que la atrajo como la miel a las abejas. Su pelo largo estaba recogido sobre su nuca, que envolvía un cuello fuerte y musculoso. Un antifaz negro no permitía ver todos sus rasgos plenamente, pero no la importó. Ella adivinaba sus facciones hermosas, viriles. El Ladrón de almas vestía de negro para confundirse mejor con las sombras de la noche. La camisa desabotonada dejaba entrever sus fuertes antebrazos y el pecho musculoso y ancho. Unas botas de un cuero fino marcaban sus piernas musculosas y largas y una protuberancia resaltaba en el centro de sus pantalones apretados.
Los ojos del hombre brillaban bajo la careta al contemplar atentamente a la mujer medio desnuda, con el camisón pegado a su cuerpo, revelando sus curvas perfectas, apetitosas. Su pelo rubio como un relámpago la envolvía. Ella no le temía, lo podía admirar a través de sus ojos de oliva. Por el contrario, sus ojos recorrían su cuerpo con avidez, y al despertar sus deseos dormidos, una leve sonrisa apareció en su boca.
Inesperadamente él tendió una de sus manos y le dijo –ven.
Sol cerró los ojos y se dejó llevar.
Él la levantó como una pluma y volviendo su rostro hacia el de él, probó sus delicados labios en un beso devorador y fuerte, que conmocionó a la muchacha. Después la miró a los ojos. Ella se sintió invadida por esa mirada gris que penetró hasta lo más hondo de su alma. Los ojos del espectro tenían la capacidad de cambiar según el tono de la luz. Ella de súbito, se vio perdida cuando el la devolvió al piso y la amenazó con partir. No quería que él se fuera. No.
-Espera.- le rogó, la palabra salió ronca de su garganta, quería probar con su cuerpo el fuerte y esbelto organismo del hombre. Deseaba amarlo con la libertad de la noche. Con la misma impunidad con la que él se robaba las almas de sus enamoradas.
Él se detuvo mirándola atentamente. El deseo de la joven se veía claramente a través de sus pupilas encendidas. Eso lo excitó. Una erección dura, oprimió sus pantalones provocándole una leve molestia.
-Ahora o nunca, pensó la muchacha y con paso resuelto se acercó al enmascarado. Mirándole a los ojos, acarició suavemente su cuello que ni se inmuto ante su roce. No hicieron falta palabras entre ellos, ella no rogó y él nada pidió, tan solo, la cogió de la cintura y despojándola de sus vestiduras, comenzó delicadamente a penetrarla. Ella gimió por un instante para luego derretirse ante aquel miembro que se introducía en el fondo de oquedad estremecida.
Noemí sentía todas y cada una de las fibras de los potentes músculos del hombre. Desde el poderoso pecho que la envolvía como un manto, hasta el duro bulto que irrumpía entre sus nalgas y los muslos. Las manos del Ladrón se separaron de las redondas caderas de la muchacha, para volverse acariciadoras alrededor de sus pechos o entre el contorno de sus muslos. Ahora sin el camisón, ella notaba la fuerza de sus manos, las callosidades de sus palmas, el calor que provocaban en su cuerpo. Un calor reconfortante y diferente al que reinaba en esa noche de verano, donde el cielo tachonado de estrellas y de la luminosa luna, parecía cuidar de su amoroso encuentro.
La joven mujer sintió como una leve humedad mojaba su vulva totalmente estremecida; sus muslos se abrieron para dejar pasar libremente ese ardiente objeto que la seducía. Con una mezcla de dolor y placer al mismo tiempo gimió sin recato, para contarle a la luna el placer que la enloquecía. De pronto aún con los ojos velados por la pasión, observó que el horizonte se iluminaba dejando entrever un mundo desconocido. Ella dudó en dejarse conducir hacia la morada del ladrón de almas, o regresar a toda prisa a su casa de la playa. Pero una fuerte sacudida le hizo sentir que su clítoris se preparaba para el orgasmo. Ella sin oponer resistencia se dejo llevar por la marea roja de su éxtasis. Gritó de placer a la noche calurosa. Nadie la oyó, solo él que como ladrón que era se la robó para siempre zambulléndola en las aguas frías y oscuras. El mar suavemente la acunó; sus olas la tocaban y la dejaban ir mitigando el calor de la noche. Ella observó el cielo abovedado del color de la medianoche estrellado, luminoso por la luz de la luna, que pendía de ese techo, orgullosa. Ese cielo que había escuchado sus gritos de placer, que había visto como su alma era robada sin contemplaciones por el ladrón oscuro. Su ladrón...

SIN TI MI AMOR



Me dejé llevar por los sueños,
esos sueños en los que tú estabas a mi lado
mirándome fijamente con tus ojos de silencio.

Esos sueños
en los que nuestros labios se unían
en un beso interminable,

Sueños que se esfumaron
porque no quisiste despertar a mi lado.


Desde el primer beso que nos dimos
dejé de ser yo
para formar parte de tu boca y de tu piel
te conocí y luché por intentar amarte

más de lo que nadie pudo hacerlo nunca.


Muchas veces lloré de felicidad porque estabas a mi lado,
eran lágrimas de ternura
porque tú estabas conmigo y yo en ti.

Ahora a solas en mi habitación,
se apodera de mí la tristeza
lo que me hace ser la persona más sola en un mundo
en el que sólo existes tú.


Eras todo para mi, mí flor más preciada.
Te amé como nadie te ha amado
y sin embargo te fuiste de mi lado;
no obstante, sigo soñando con despertar

y encontrar tu amor y ternura junto a mí
y aunque se que es imposible,
pienso que hubiera sido el principio de nuestra felicidad
ya que nuestros corazones se fundirían el uno con el otro
para lograr el buen amor soñado.


Pero me dejaste solo, triste,
apagado, lloroso, silencioso, ausente,
pensativo, ido, perdido y casi inerte.

Y aunque ya no te tengo,
te voy a seguir amando igual
porque tu ya existes en mis sueños,
vives en mis pensamientos,
habitas en mis ilusiones,
dominas mi corazón
y eres mi centro de mí vida.


Eres la luz que me guía entre tu sombra perdida,
el camino que busca mi corazón para ser feliz,
mi sueño que trata de despertarse
con la calidez de tu presencia.


Fuiste y seguirás siendo todo para mí,
ya que si así no fuera,
mi vida sólo sería un triste transcurrir de días
y mis noches serían las más obscuras,
noches interminables donde las horas pesan y duelen.


Mi corazón, late por ti,
mis ojos entretejen tus miradas
ya no tengo fe ni esperanza que regreses
Al no tenerte a ti ¿que soy?
sin ti mi amor, soy nada.